9 lugares en Francia para creerse al otro lado del mundo

Sueñas con el desierto, con mares de color turquesa, paisajes cinematográficos que evocan largos viajes... En Francia, gracias a la extraordinaria diversidad de sus paisajes, sin largas distancias ni cambios horarios, los lugares exóticos están al alcance y son fáciles de alcanzar. Nunca dejaremos de redescubrir Francia y sus fascinantes destinos que parecen estar en el fin del mundo.

El archipiélago de Glénan en Bretaña: un aire de Polinesia…

Visto desde el cielo, no le falta nada. Un rosario de islas e islotes con playas de arena blanca fina sobre unas aguas con magníficos tonos que van del turquesa al esmeralda... A 18 kilómetros de las costas del sur de Finisterre, el archipiélago de Glénan no tiene nada que envidiarle a los motus polinesios del Pacífico. La misma belleza, la misma pureza... Uno se baña (sí, ¡aunque el agua esté fría!) en estas aguas cristalinas como en un acuario, con vistas sobre la danza de velas multicolores de los alumnos de la célebre escuela de vela de Les Glénans. ¡Mágico!

Ocres de Roussillon y Rustrel en Provenza: ¡América no está tan lejos!

¿Y si reviviésemos “La diligencia” en plena Provenza, en el corazón del Luberon, en un decorado digno de una película del oeste en tecnicolor? Entre los hermosos pueblos de Roussillon y de Rustrel, uno se siente como un vaquero y no necesita un caballo para recorrer este magnífico Colorado provenzal. Entre acantilados y cañones que ofrecen todos los matices de rojo, amarillo y naranja, unos caminos han sido acondicionados en unas antiguas canteras de ocre. ¡Fascinante!

El Palacio Ideal del cartero Cheval en la Drôme: ¿Angkor o un palacio en Camboya?

Se puede ser un simple cartero rural y construir, por amor hacia su hija, un palacio que recuerda el esplendor de los grandes templos de Angkor, en Camboya. A lo largo de 33 años, Ferdinand Cheval levantó, con materiales recuperados a diestro y siniestro, un curioso edificio de inspiración oriental, himno a la naturaleza y a la vida soñada. En Hauterives, en la Drôme, entre el Parque Natural Regional de Pilat y el de Vercors, todavía hoy se visita con emoción esta obra maestra del arte Naïf que nos hace viajar lejos, muy lejos… con la imaginación.

Les Orgues d'Ille-sur-Têt, en los Pirineos: chimeneas de hadas como en Turquía

No sólo en Capadocia (Turquía) hay chimeneas de hadas. En los Pirineos Orientales, cerca de Perpiñán, los caprichos del viento y de la lluvia han labrado, a lo largo de millones años, unas sorprendentes columnas de arena y de arcilla con formas extrañas. Además de ser una maravilla geológica, Les Orgues d’Ille-sur-Têt también tienen un aire que recuerda a las Rocas de Mées, en Provenza. Entre Manosque y Sisteron, algunos ven a unos penitentes encapuchados y otros a unas damas con sombrero, pero el espectáculo es igual de mágico… sobre todo a la caída del sol.

La Duna de Pilat, en la Bahía de Arcachon: parece el Sáhara…

No hay ningún dromedario en el horizonte sino unas olas doradas que ondulan hasta el infinito… ¡No es el Sáhara, pero se le parece! 110 m de altura, 500 de ancho y 2.700 de largo, la Duna de Pilat alza sus 60 millones de metros cuadrados de arena fina frente a la entrada de la Bahía de Arcachon. Tras subir valientemente hasta la cima, si se sigue la línea de cresta sin mirar hacia la izquierda, hacia el verde bosque de las Landas, ni echar un vistazo a la derecha, hacia el gran Océano donde se extiende el banco de Arguin, la ilusión es casi perfecta. Con la misma turbadora belleza que invita a la contemplación.

La Catarata de Les Tufs, en el Jura: una cascada como en Tailandia...

Está primero ese bosque esmeralda que se recorre fácilmente en familia. Y luego el ruido del agua, cada vez más próximo. De pronto surgen múltiples cataratas que rebotan sobre el musgo, salpicando las pozas que juegan con los rayos de sol. Un ambiente casi tropical… ¿Estamos en plena Asia, en Bali o en Tailandia en el parque de Erawan célebre por sus saltos de agua? No, sencillamente en el Jura, donde la Catarata de Les Tufs rivaliza en exotismo, a unos cientos de metros del pueblo de Planches-près-Arbois.

La Camarga, en Provenza: ¡El Altiplano junto al mar!

¿Qué tienen en común el Altiplano en la cordillera de los Andes, a 4.000 metros de altitud, y las grandes llanuras de Camarga, en Provenza, a orillas del Mediterráneo? Un ave de largas patas que forma parte del mismo paisaje de lagunas salvajes llenas de color, que vive en colonias antes de marcharse con su vuelo majestuoso. El flamenco rosa, emblemático de la Camarga, como los poderosos toros y los caballos con las crines al viento, forma parte del exotismo de este gran humedal lejos de América del Sur pero con un folclore fascinante gracias a los gitanos y los gardians, los vaqueros.

Las mansiones de la Costa Azul: ¡Mejor que en California!

De Los Ángeles a la Bahía de Anges… California y la Costa Azul cuentan con numerosos puntos en común, y la extravagancia de sus mansiones de ensueño no es la menos importante. Si las alturas de Hollywood y de Palm Springs estimulan la curiosidad de los aficionados a la arquitectura, esos mismos estarán encantados por las fantasiosas o muy modernistas construcciones sobre el mar Mediterráneo. De la Villa Ephrussi de Rothschild, elegante palacio de inspiración renacentista sobre Saint-Jean-Cap-Ferrat, a la vanguardista y muy de diseño Villa E1027 de Eileen Gray, pasando por Villa Eilenroc en el cabo de Antibes, todas son un ejemplo de lo que es tener clase.

Las playas de Córcega, con los colores del Caribe

No hace falta ir hasta el fin del mundo para relajarse en unas playas paradisíacas. Incluso sin cocoteros, Córcega puede rivalizar con las más bellas playas del planeta, además con el olor característico del monte bajo. En el desierto de Agriates, entre Balagne y Cap Corse, la playa del Loto, larga ensenada de arena blanca acariciada por unas aguas cristalinas como las del Caribe, es una de las más célebres. Pero tiene competencia: más al sur, Palombaggia, Santa Giulia o Rondinara también tienen una belleza increíble.