Arlés, paseo por una Francia romana e impresionista

La ciudad sureña de Arlés, en la región de Provenza, es quizás una de las ciudades más eclécticas y dinámicas de toda Francia, debido en parte a que en ella se encuentran, casi por casualidad, atractivos tan opuestos como son las majestuosas obras de ingeniería civil romana o el delicado colorido impresionista.

Algo más que un simple alojamiento

El Hotel Nord Pinus, inaugurado en 1920, es un pedacito de la historia de Arles: romano, taurino y bohemio como la ciudad misma, se alza sobre la Place du Forum, que como su propio nombre indica albergó el foro romano en tiempos de Julio César.
Llama la atención nada más llegar a sus puertas los restos originales del foro: medio frontón, el dintel y sus dos columnas, que se resisten con fuerza a desaparecer entre la modernidad y los planes urbanísticos.
El hotel fue durante la primera mitad del siglo XX lugar de encuentro de literatos, artistas y toreros que acudían a la ciudad, y aún conserva en sus paredes esa pátina de historia y de bohemia que hacen del lugar algo más que un simple alojamiento.

Pasear por un cuadro

En los alrededores de la Place du Forum es fácil identificar algunos escenarios de los cuadros de Van Gogh. Y es que los quince meses que el artista vivió en Arlés fueron los más prolíficos de su carrera, por lo que pasear por esta ciudad es una sensación reiterativa de deja vus impresionista. No en vano, fue en esta plaza del Foro donde Van Gogh pintó su famoso cuadro “Terraza de café por la noche”.

Espacio Cultural Van Gogh

El viejo Hôtel-Dieu-Saint Esprit, una antigua casa de salud del siglo XVI, conserva hoy en día su forma cuadrada de dos plantas y el colorido jardín interior que el genio inmortalizó en vivos colores. Para el anecdotario local quedará para siempre que fue aquí donde Van Gogh fue internado cuando se cortó la oreja en su discusión con Gauguin. En la actualidad el edificio alberga el Espacio Cultural Van Gogh.

El Puente Langlois de Van Gogh

Saliendo de la ciudad, a media hora andando del centro, casi pasa desapercibido cuando lo dejas a la izquierda, pero en lo que dura la parada de un semáforo en rojo, uno se da cuenta de que estamos ante el mismo puente que el holandés pintó en sus series del Puente Langlois. Hoy, la vieja infraestructura de madera se alza al cielo como si nunca hubiese dejado de hacerlo desde que el pintor lo llenase de luz a brochazos.

La Roma francesa

Entre Van Gogh a Julio César hay más de 19 siglos de distancia pero apenas unos cientos de metros, o unos minutos, si los recorremos caminando. Y es que en el casco antiguo de Arles, tan pronto salimos de una obra maestra del genio impresionista como nos sumergimos de lleno en la Roma clásica de Julio César. No en vano, fue el conquistador de las Galias quien otorgó a la ciudad su condición de colonia romana.
En Arlés podemos encontrar obras maestras de la ingeniería civil romana como son los Criptopórticos, esas galerías subterráneas a las que se accede a través de unas pequeñas escaleras en el patio central del ayuntamiento y que se extienden kilómetros surcando el Foro. Cuando salimos a la superficie y nos encontramos de nuevo con la ciudad, llama la atención esa luz tan sureña y mediterránea que lo abarca todo en contraste con la oscuridad y la soledad de los Criptopórticos.

El Teatro romano

La siguiente parada obligatoria para disfrutar de esta Roma francesa es el Teatro romano, que se encuentra a pocos pasos de los Criptopórticos y simboliza el triunfo de la cultura romana en este pequeño rincón del sur de Francia, conocido antaño como la Galia Narbonense.
Caminar por los aledaños, sentarse en la grada de piedra restaurada o admirar las columnas de esta majestuosa construcción es asomarse por un pequeño agujero al pasado de esta ciudad y darse de lleno con su primer contacto con la cultura occidental. Me imagino a aquellos primeros arlesianos de finales del siglo I A.C allí sentados y esperando pacientes el inicio de la representación. Me imagino una cartelera con obras de Plauto, Séneca y Teremicio. Me imagino tragedias y comedias sobre esos escenarios de mármol y un pueblo ávido de cultura.

Arenas de Arles

El broche de oro a esta experiencia viajera de dos mil años, lo pone la visita al Anfiteatro -conocido como las Arenas de Arles- uno de los mejor conservados que he podido ver en mis viajes y el vestigio romano más importante de la ciudad.
Construido en el año 80 D.C, supuso el primer centro masivo de entretenimiento de la vieja colonia, y es que en sus gradas se llegaron a sentar hasta 25.000 espectadores en los días de lleno absoluto (como dato, señalar que 64.000 lo hacían en el Coliseo de Roma). Si en la antigüedad el cartel lo dominaban los famosos juegos romanos con luchas de gladiadores y recreaciones de batallas históricas, en la actualidad son los conciertos y las corridas de toros los espectáculos que hacen vibrar al siempre animado público arlesiano.

Como ocurre con los escenarios impresionistas de la vida de Van Gogh, son muchos los restos romanos que salpican la ciudad en todas las direcciones, tantos que resulta imposible hablar de todos en un único artículo, de ahí la necesidad de hacer una pequeña selección.

Y es que Arles es una de las joyas del sur de Francia y un destino para marcar en rojo en tu lista de deseos. No solo por su ecléctico patrimonio o por la riqueza de sus vestigios, sino por la calidez de sus gentes, mediterráneas, sencillas y hospitalarias, por su gastronomía provenzal o por la belleza de su entorno natural, con la desembocadura del Ródano y el parque natural de la Camarga a apenas unos kilómetros de la Plaza del Foro, donde empezamos nuestro paseo.

Cita en Arles, en Provenza