Las artes de la mesa

L´Art de la table se inscribe dentro de la gastronomía francesa, un arte que hunde sus raíces en lo más profundo de la Historia del país. Y más allá de la degustación de los propios manjares, la mesa es el lugar donde se conjugan la cultura, el gusto, la educación y las buenas costumbres. Como un buen concierto de música, una buena comida es un momento de gloria que posee la elegante belleza de lo efímero. Una mesa bien puesta y un menú convenientemente elegido no solo revela el buen gusto del anfitrión, sino también la importancia que se otorga a los invitados.

Cómo no sentirse fascinado en un elegante comedor, ante una mesa vestida por un exquisito mantel de damasco que reciba los destellos de las copas transparentes, un rojo rubí o en azul cobalto, alineadas delante de una distinguida vajilla de fina porcelana artísticamente decorada, flanqueada por cubiertos sobrios y esbeltos.

Una mesa bien puesta invita a la extrema cortesía, al diálogo amable, a la felicidad compartida mientras se disfrutan los manjares. El glamour tiene un antes y un después en Francia gracias a Catalina de Médicis, que en 1533 introdujo en la corte el tenedor y la vajilla. Atrás quedaron los desmesurados banquetes medievales en los que cada comensal portaba su propio cuchillo, y la comida, a falta de platos, se servía sobre un trozo de pan. Hasta la Edad Media las normas en la etiqueta eran prácticamente inexistentes. El Renacimiento trajo consigo la depuración de las malas costumbres y los manuales de buenos hábitos que poco a poco se han ido puliendo hasta llegar al refinamiento que se practican en las mesas de hoy en día.

Corriendo el tiempo, la suntuosa corte de Versalles exporta el servicio “a la francesa”, con la comida presentada en mesas alineadas e importante decoración en mantelería, cristalería y porcelana. En este contexto, el reinado de Luis XVI verá nacer la bellísima porcelana de Limoges, tan blanca y traslúcida, con sus decoraciones en flores, pájaros o paisajes, que le han dado hasta hoy su fama internacional. El siglo XIX marca un hito importante en Francia con el nacimiento de la gastronomía y del arte de organizar una mesa de una manera eficaz, que ha sobrevivido hasta nuestros días sin cambios significativos. Es el siglo de los grandes tratados de gastronomía, en el que también se abren los primeros restaurantes y en el que aparece el servicio a la rusa, el concepto francés que ha llegado hasta nuestros días.

Es el momento en que también hacen su aparición las grandes marcas como Christofle, en 1830, que adornó con su platería la mesa de Napoleón III, y aún mantiene la tradición de que cada ocupante del Elíseo posea su propia línea. O Baccarat, la célebre cristalería instalada en Lorena, la favorita de los zares por su delicada pureza y sus colores que permiten los juegos de luz, cuyo destello proviene del corazón del cristal, en verde crisoprasa, amatista, e incluso el negro del ónice.

Y a la hora de vestir la mesa, la industria textil francesa posee una amplia experiencia. En la fábrica de Jacquart Français se confeccionan en lino y algodón mantelerías tejidas en técnicas de damasco. Diseños con efectos de dibujo que destacan por su brillo y glamour, en una amplia paleta de colores.

L´art de la table cuenta en Francia con marcas de renombre que han mantenido sus tradiciones seculares hasta nuestros días, y con un patrimonio editorial que sigue produciendo obras como las que en su día publicaron Jerôme Pichon o Brillat-Savarin, y que confirman la importancia y el interés que suscita la gastronomía en este país.