Francia desde el agua: para encontrar serenidad, tranquilidad y unos paisajes excepcionales…
Inmensos y muy variados, los 8.500 km de canales que forman la red francesa unen los cinco principales ríos del país (Sena, Loira, Garona, Ródano y Rin) mediante una serie de vías perfectamente practicables.
A bordo de una pequeña gabarra la vida transcurre lentamente, nunca a más de 10 km/h, hasta el punto de que los pasajeros se olvidan rápidamente de sus relojes y sus teléfonos móviles. A ese ritmo pueden relajarse, leer, tomar el sol, preparar tranquilamente la comida o jugar a las cartas.
Los amantes de la naturaleza no se cansan de la tranquilidad de las orillas salvajes del Doubs. Les gusta deambular en una barca de fondo liso por el laberinto líquido de la marisma Poitevin, al norte de La Rochelle, o sorprender a los flamencos rosas y a los caballos salvajes en la Camarga, en Bouches-du-Rhône.
En Amiens...
Se sorprenden por la maraña de canales alrededor de los “hortillonnages”: creados por los romanos hace 2.000 años en los brazos pantanosos del río Somme, estos trozos de tierra cultivada todavía dan tres cosechas al año.
El Sena...
Vistas desde el agua, las ciudades adquieren una singular majestuosidad. Verdadera avenida, el Sena ordena de forma magistral los más prestigiosos monumentos de París (Enlace externo) (la catedral de Notre-Dame, el Louvre, la torre Eiffel...) a uno y otro lado de su sendero líquido.
En Estrasburgo...
El barrio de la “Pequeña Francia”, recorrido por un dédalo de canales, ha conservado sus puentes cubiertos medievales y sus casas con entramado de madera decoradas con geranios.
La jornada en un barco de recreo vive al ritmo del paso de las esclusas. Los aprendices de marineros tratan de que el barco no choque con las paredes de la esclusa. Los más experimentados aprovechan la oportunidad para hablar con el esclusero sobre la evolución reciente del transporte fluvial.
Una vez en tierra, el navegante vuelve a ser un turista normal, sobre todo si se ha acordado de llevar una bicicleta.
Algunos se limitan a visitar la iglesia del pueblo, hacer sus compras o simplemente charlar, caminar, pedalear o estirar las piernas cerca de la embarcación.
Otros se alejan de ella y van a admirar el retablo de Issenheim en el Museo de Colmar (Alsacia (Enlace externo) ), recogerse en la abadía cisterciense de Fontenay (Borgoña (Enlace externo) ) o descubrir las localidades medievales de Aigues-Mortes y Carcasona (Languedoc Rosellón (Enlace externo) ).