Aix-en-Provence, la galería de arte hecha ciudad

Aix-en-Provence no es sólo la cuna de Cézanne o una mera inspiración postimpresionista. Rezuma arte por todos sus costados, al igual que brotan de manera incesante sus casi mil fuentes, sabedoras del encantamiento cultural que se vive tanto fuera como dentro de su entrañable casco urbano. Así fue mi encuentro con la galería de arte hecha ciudad en el corazón de la Provenza.

Museo Granet en la Plaza Saint Jean de Malte

Siguiendo la estela de Paul Cézanne, hijo predilecto de esta ciudad, no empecé ni por su taller, ni en el Café des Deux Garçons a donde tantas veces acudió en Cours Mirabeau. Quise empezar exactamente por el Musée Granet, el espacio que atesora un mayor número de obras de este pintor en Provenza (once forman parte de la colección permanente). Situado en pleno corazón de Place Saint Jean de Malte, junto a la hermosa iglesia gótica de los caballeros de la Orden de San Juan de Malte, el que fuera el antiguo palacio prioral, me acercó no sólo a los trazos de la Montaña de Sainte-Victoire de Cézanne sino también a otros autores franceses como Ingres, Duqueylard y, por supuesto, quien da nombre al museo, François Marius Granet. Posee, igualmente, una admirable colección de esculturas romanas.

Centre d’art Caumont, nuevo uso de una gran mansión

Muy pocos años lleva funcionando el Hôtel de Caumont (Mansión de Caumont), en el número 1 de Rue Joseph Cabassol, como centro de arte. Hasta 2011 fue conservatorio de música. Pero esta residencia palaciega del siglo XVIII en Quartier Mazarin abre sus puertas al público para encontrarse no sólo con unas ricas dependencias sino, sobre todo, como un elixir artístico capaz de atraer algunas de las mejores exhibiciones del momento. Durante mi visita acogía la exposición "Chefs-d'oeuvre du Guggenheim: De Manet à Picasso, la Collection Thannhauser". Como rezaba el título, mostraba obras maestras de los más grandes de la pintura europea de los siglos XIX y XX (Van Gogh, Picasso, Renoir, Gauguin, Cézanne, etc.).

Castillo La Coste, arte moderno entre viñedos

A escasos 20 km al norte de Aix-en-Provence logré dejar a un lado la ciudad, pero nunca el arte. En Château La Coste encontré “el no va más” del arte moderno en la Provenza, una fusión excelente entre un entorno natural de viñedos y bodegas centenarias con las obras más vanguardistas y sorprendentes de artistas de la talla de Frank Gehry, Tadao Ando, Tom Shannon, Paul Matisse, Sean Scully o Hiroshi Sugimoto, entre muchos otros. Se trata de una apuesta para todos los públicos, desde entendidos de arte a familias que desean perderse por los viñedos y descifrar qué hay detrás de los distintos objetos expuestos en plena naturaleza. Una araña gigante de Bourgeois recibe al visitante. Toda una declaración de intenciones.

La Terrasse, algo más que un café de verano

Sin abandonar Château La Coste, puesto que la visita requirió varias horas, me senté a comer en una de las mesas de La Terrasse, un encantador café al aire libre donde es imposible no ensalzar la maravillosa selección de quesos de la región que formaba parte del menú. No se me ocurre una suma mejor y más provenzal que la sofisticación del arte moderno en plena campiña sentado al sol en una mesa bien surtida de alimentos típicos a la que no le faltaba detalle.

Paseando por el casco viejo de Aix-en-Provence

Los museos están muy bien, por supuesto, pero no hay mejor experiencia en Aix-en-Provence que la de dejarse llevar por los encantos de su casco histórico de fachadas encantadoras, boutiques, centenares de fuentes, terracitas en cuanto llega el buen tiempo y, por supuesto, ser engatusado por la arquitectura que distintas etapas históricas han dejado en la ciudad. Por ejemplo, la catedral de Saint-Sauveur tiene una nave románica, otra gótica y otra barroca, aunque sus mayores tesoros son su maravilloso claustro románico de columnas gemelares y, por supuesto, “El tríptico de la zarza ardiendo” que pintó Nicolás Froment para sentarse en la misma mesa los mejores maestros flamencos del siglo XV. También me encantó durante mi estancia poder pasarme por el mercado de frutas y verduras de Place Richelme o sentarme a tomar un café en Cours Mirabeau, el bulevar sin el cual no se concebiría esta ciudad.

Plaza de Cardeurs, el foro de los restaurantes y las terrazas

¡Cuánto me gusta un buen terraceo! En Aix-en-Provence el espacio de los gastrónomos empedernidos se encuentra en pleno centro histórico. En Place des Cardeurs hay tantos restaurantes (y terrazas) que podría haber estado diez días en la ciudad y no haber repetido nunca. Mi favorito, Les Baratineurs, al final de la plaza y con platos de distintas partes del mundo a un precio asequible y con muy buena música de fondo. Un lugar desenfadado con una carta de cervezas impresionante y donde pude conocer otra manera de vivir Aix-en-Provence.

Les Petits plats de Trinidad

Una opción gastronómica de carácter provenzal y, sobre todo, casero, se encuentra a un paso de Cours Mirabeau, concretamente en Rue d'Italie 10. Les Petits plats de Trinidad es algo más que un buen consejo para sentarse a comer. Y aunque el interior tiene un ambiente muy cálido, salvo que haga un frío invernal, recomiendo hacerse con alguna de las mesas de fuera. Y, por supuesto, no irse sin probar sus tartas. Son deliciosas.

El último taller de Cézanne

No podía marcharme de Aix-en-Provence sin perseguir a Paul Cézanne. Tiene tantos sitios que llevan su nombre que incluso en la Oficina de Turismo proponen una ruta numerada que se puede hacer a pie. Pero si hay que escoger tan sólo un sitio me quedo con L’Atelier de Cézanne en Colline des Lauves, al norte de la ciudad vieja. Allí se conserva de manera excepcional su sala de trabajo con objetos originales que aparecen en sus obras. Da la sensación de que el pintor va a aparecer de un momento a otro para continuar trabajando en una de sus “naturalezas muertas” con manzanas, jarrones y manteles. Realmente estar allí es estar dentro de uno de los cuadros del genio provenzal.

Cita en Aix-en-Provence